¡Hola a todos! Me llamo Joaquín y a partir de hoy me uno al equipo de Japón Entre Amigos para traeros lo mejor del País del Sol Naciente.
Como seguramente igual que todos los que estáis aquí, me interesa mucho la cultura Japonesa, los videojuegos, el marketing y su psicología y las redes sociales.
Y en mi primera entrada nada mejor que contaros mi experiencia viajando por primera vez a Japón en las navidades de 2015 que además es la experiencia que me ha dado la oportunidad de escribir en un Blog.
Espero que os guste mucho y que os transportéis a donde yo estaba y que podáis sentir lo que yo mismo que sentí esos días inolvidables.
Cuando un conocido me propuso que si quería ir a Japón para Navidad y Fin de Año, me entró un ataque de curiosidad en el cuerpo.
La verdad es que sabía muy poco de la cultura Japonesa, nada más allá de estereotipos y lo que hubiera podido ver en las series de Anime, pero me comprometí a ir, quería saber más y visitar este magnífico lugar que según decían parecía un mundo distinto.
Dos semanas antes del viaje, volvimos a charlar y me comentó que por trabajo todas las demás personas que quería venir al viaje lo habían tenido que cancelar, pero que si quería podíamos ir los dos solos. Así que me arme de valor, emprendí un viaje cruzando medio planeta con una persona que había visto un par de veces en toda mi vida a un lugar desconocido, sin conocer el idioma ni ser un entendido de Japón.
No podría haber elegido una opción mejor.
Empecé a informarme como pude, sin saber ni que buscar ni cómo hacerlo. Aprendí palabras básicas; como los saludos, despedidas y cortesías. Busqué algo de información sobre que sitios visitar, me informé de sus costumbres y sin quererlo ya estaba en el aeropuerto camino al viaje de mi vida.
Después de llegar a la Terminal 1 de Narita, nuestra primera parada fue Tokyo, Shinagawa para ser más exactos. No es el barrio más popular ni el más turístico, pero empecé a comprender el encanto que tiene Japón.
Todo parece diferente, hasta el aire que se respira, a cada paso que doy todos los estereotipos que cargo en mi mochila iban desapareciendo y se mostraba la realidad ante mis ojos.
Como a todo el mundo, me podía impresionar la limpieza de las calles, las restricciones de fumar, los conbinis, la puntualidad del transporte público, etc. Pero lo que verdad me marco fue la gente. Es común decir: ¡Los Japoneses son muy cerrados! ¡No hablan inglés, son muy vergonzosos y es muy difícil conocerlos!
Recibí una patada en todo lo que creía saber.
En la primera Guesthouse que me alojé, entablamos amistad con el encargado nocturno, fuimos a una sala común y conocimos a japoneses y a gente de muchos países distintos, todos compartiendo nuestras opiniones libremente, riendo y conociéndonos. Nos guiaron, nos respondieron a todos nuestras preguntas y empecé a comprender la amabilidad que se respirar por las tierras niponas.
Más tarde fuimos a Kyoto y pasó lo mismo, conocimos muchísima gente, pero otra vez, el encargado del hostal y su pareja desbordaban bondad en cada acto, nos instruyeron en la ceremonia del té, en la preparación del mochi y pasamos muchas noches charlando en el sofá, como si fuéramos amigos de toda la vida.
Para la recta final del viaje, volví a Tokyo y para mi sorpresa estaba alojado cerca de una chica que conocí en una aplicación de intercambio de idiomas. Fuimos a tomar algo y otra vez, un buen puñetazo a todos los tópicos que conocía.
Sin conocerme de nada, compartimos varias horas de charla, bebida y risa. Tenía entendido que lo japoneses huían del contacto físico y el contacto visual directo y que equivocado estaba. Había toques y miradas que podían escribir un libro.
En ese mismo local, se nos acercó otra chica, nos pidió una foto, se presentó y se quedó charlando con nosotros, a partir de ese momento mi cabeza estaba totalmente desencajada, pero esto no era el final. Más tarde, cuando nuestras nuevas amigas se habían marchado, una pareja se nos acercó también, se presentaron y se quedaron otro par de horas con nosotros.
Cada vez entendía menos todo esto, pero cada vez me gustaba más. Me estaba empezando a enamorar.
La chica que conocí en la aplicación me dio las gracias y agradeció la compañía, nos invitó varias veces a salir a un Izakaya con sus amigos y esa sensación de comer, beber y charlar con gente de la otra punta del mundo, es indescriptible, un sentimiento de felicidad desbocada corría por mis venas.
Me sentía como en casa, cada día que pasaba era más espectacular que el anterior, lo templos y los monumentos empezaban a pasar a un segundo plano, este país tiene algo más que eso. La amabilidad, el respeto y el cariño que recibí no entraban en mi cabeza.
No solo me enamoré de Japón, me enamore de su gente y ya cuento los días para volver a este magnífico lugar.
¡Hasta pronto, Itte kimasu!